Ciudad de México — En agosto de 2025, INEGI reportó que la tasa de informalidad laboral se ubicó en 54.8 %, frente al 54.3 % del mismo mes en 2024, alzando nuevamente la alerta sobre la persistencia estructural del empleo informal en México.
Ese dato no es solo una cifra estadística: significa que más de la mitad de la población ocupada trabaja sin prestaciones, sin seguridad social, sin garantías formales. Esa informalidad crece en sectores de servicios, comercio y subcontratación, y se manifiesta con más fuerza en zonas urbanas con bajos ingresos.
Justo cuando esta realidad informal domina el panorama laboral, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) presentó el SIQAL (Sistema de Quejas y Accidentes Laborales). Lanzado oficialmente en septiembre de 2025, este sistema permite a los trabajadores denunciar violaciones laborales, condiciones inseguras o accidentes dentro de los centros de trabajo.
El SIQAL promete anonimato, seguimiento digital y transparencia en el estatus de las denuncias. Las quejas no se quedan en buzón: en menos de una semana de operación, captó más de 280 reportes, entre ellos 240 quejas laborales, lo que ha encendido las alarmas sobre un probable aumento de inspecciones.
La STPS apunta a que este sistema transforme la gestión heterogénea y manual de las denuncias en un proceso más ágil. Si el modelo funciona, una queja ya no dependerá exclusivamente del activismo interno: cualquier trabajador con acceso a internet podría convertir al SIQAL en su canal directo para fiscalizar condiciones laborales.
Estas dos dinámicas —informalidad masiva e institucionalización de denuncias— generan una tensión para empresas y departamentos de Recursos Humanos.
Por un lado, una base laboral fragmentada y en parte invisible (sin contratos formales, sin registros oficiales) dificulta cualquier estrategia de beneficios, retención o desarrollo de talento. Por otro, el SIQAL introduce un mecanismo de visibilidad que puede traer sanciones, reputación expuesta o auditorías inesperadas para quienes operan en el límite legal.
El contraste es fuerte: mientras muchas empresas han contado con opacidad implícita, ahora esa opacidad podría volverse insostenible. La informalidad podría dejar de ser refugio para tornarse riesgo visible.
Auditorías internas urgentes: revisar contratos, cumplimiento normativo, riesgos de salud y seguridad.
Capacitación preventiva: sensibilizar a mandos medios sobre condiciones de trabajo, trato interno y reporte transparente.
Políticas de transición formal: trazar rutas para migrar empleados informales hacia condiciones formales, aun a ritmo controlado.
Monitoreo activo de denuncias: asignar equipos de respuesta rápida para analizar y atender cualquier reporte del SIQAL.
Comunicación transparente: explicar a empleados y mandos sobre qué es SIQAL, cómo opera y qué políticas se adoptan para evitar conflictos.
La informalidad no es un asunto que desaparezca con discursos. Está tejida en la estructura económica mexicana. Pero SIQAL marca un punto de inflexión: el anonimato ya no garantiza impunidad. Para RRHH, el desafío no es solo adaptarse, sino liderar el cambio: dejar de ser gestores marginales y convertirse en guardianes visibles del cumplimiento y de la dignidad laboral.
Cuando más de la mitad de una economía opera informalmente, cualquier política de talento, beneficios o cultura tiene que considerar ese terreno movedizo. Ahora, con un canal institucional que amplifica quejas, las decisiones ocultas ya no se quedan ocultas por mucho tiempo.
Guillermo Farías
I aim to bridge the gap between achieving company goals and nurturing employee well-being, creating environments where success and satisfaction thrive in harmony.