Por ahora, los números cuentan una historia incómoda: la base laboral ya usa inteligencia artificial mucho más de lo que las organizaciones han sido capaces de entrenar o gobernar.
El Work Trend Index de Microsoft marcó el punto de inflexión en 2024: el uso de IA generativa entre trabajadores del conocimiento prácticamente se duplicó en seis meses y alcanzó al 75 % de ese colectivo.
La propia investigación advertía que buena parte de ese uso es “traído por el empleado”, sin pautas formales ni acompañamiento interno.
Un año después, el desajuste persiste.
Un sondeo citado por CFO.com muestra que, aunque la mayoría de empleados ya utiliza alguna herramienta de IA (58 %), menos de la mitad ha recibido formación específica; solo el 47 % reporta cualquier tipo de entrenamiento, y una proporción similar dice tener un nivel de conocimiento al menos “moderado”.
La conclusión es clara: la adopción espontánea supera a la capacitación, y eso deja grietas en calidad, seguridad y cumplimiento.
La mirada desde recursos humanos confirma el dilema.
SHRM documenta que la función de RR. HH. está expandiendo su uso de IA en reclutamiento, análisis de candidatos y eficiencia operativa, pero subraya que el cumplimiento exige “IA + HI”: inteligencia artificial con supervisión humana efectiva, especialmente en decisiones sensibles.
En foros recientes, expertos legales de SHRM recordaron que el marco regulatorio se está endureciendo y que la figura del responsable humano en cada flujo es ineludible.
El potencial no está en discusión.
Microsoft, en su edición 2025 del Work Trend Index, describe el surgimiento de la “frontier firm”: compañías que empiezan a institucionalizar la IA y, crucialmente, a profesionalizar su uso.
Un dato ilustra el giro: 35 % de los directivos ya considera contratar “AI trainers” para guiar la adopción en los próximos 12 a 18 meses. La promesa de productividad pasa por convertir experimentos aislados en capacidades sostenibles.
Fuera del ámbito corporativo, la presión por aprender también sube.
El Foro Económico Mundial advierte que las habilidades necesarias para el trabajo cambiarán en un 70 % hacia 2030, con la IA como acelerador, y que las empresas que no acompañen con upskilling quedarán rezagadas.
El mismo organismo venía alertando desde 2024 de una brecha entre “quienes tienen” y “quienes no tienen” acceso formativo a la IA, con alta adopción entre directivos frente a rezagos en capas medias y operativas.
Las cohortes jóvenes son particularmente elocuentes. La encuesta global de Deloitte a Gen Z y millennials en 2025 recoge que tres cuartas partes esperan que la IA transforme su trabajo en el próximo año y, a la vez, demandan mentoría y aprendizaje en el puesto, no solo cursos genéricos.
Es decir, desean capacitación aplicable a su contexto, con guías y acompañamiento de líderes.
El mapa, así trazado, deja ver dos velocidades.
En la primera, la adopción “desde abajo” gana terreno porque resuelve problemas reales de tiempo y carga de información.
En la segunda, la organización aún no ha cerrado el circuito de políticas, entrenamiento y responsabilidades.
SHRM sintetiza el punto: los beneficios (decisiones más ágiles, mejor experiencia del empleado) son tangibles, pero sin diseño humano—quién revisa, qué se documenta, cómo se corrigen sesgos—el riesgo regulatorio y reputacional escala rápido.
También hay señales de madurez.
Los informes de Microsoft apuntan a que la discusión ya no es si incorporar IA, sino cómo hacerlo de forma medible y segura: equipos transversales, métricas de adopción ligadas a resultados de negocio, y formación diseñada para tareas específicas, no genéricas. El paso de “usuarios sueltos” a “capacidades institucionalizadas” se reconoce en prácticas como el registro de casos de uso, la trazabilidad de prompts y la revisión humana obligatoria en procesos críticos.
Queda por despejar la ecuación cultural. Los datos del Work Trend Index y de Deloitte convergen en que la gente quiere—y necesita—aprender con guía.
La pregunta para los líderes no es si sus equipos están usando IA (lo están), sino si la organización ofrece un carril de aprendizaje y control que transforme ese uso en ventaja sostenida. Entre la improvisación productiva y la adopción responsable hay un territorio definido por protocolos simples, mentores visibles y un mensaje claro: la tecnología no reemplaza el criterio; lo amplifica cuando se la gobierna bien.
En síntesis, la noticia no es solo que la IA se extendió; es que la gobernanza y la formación vienen detrás.
El reto inmediato para RR. HH. y dirección es alinear esas velocidades. Hay evidencia suficiente para sostener que la empresa que convierta el uso espontáneo en práctica entrenada—con reglas, roles y resultados—va a capturar primero los beneficios y a reducir antes los riesgos.
El resto, por mucho entusiasmo que haya en la base, seguirá trabajando con una tecnología potente… pero sin red.
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Guillermo Farías
I aim to bridge the gap between achieving company goals and nurturing employee well-being, creating environments where success and satisfaction thrive in harmony.